miércoles, 23 de septiembre de 2009

¡No a la minifalda! ... ¿No a la minifalda?


Los años 60 marcaron un punto de quiebre en la historia de sexualidad en occidente con la revolución sexual y de mano de ella, la invención de la minifalda.

… en estos años, al irrumpir Los Beatles y los Rolling Stones en la escena música, la píldora comenzaba a ganar espacio revolucionario y con ella, una nueva permisividad sexual. Londres vivía una etapa de euforia y las drogas eran un lugar común. La impronta de la moda cambiaría para siempre a partir del momento en que Mary Quant introdujo la minifalda (mini-skirt)…
Tomado del libro: Debajo del vestido y por encima de la piel de Diana Avellaneda. pag 152

Entre 1964 y 1965 la diseñadora Mary Quant lanzó una falda cortita que subía 15 centrimetros sobre la rodilla, algo impensable para la moda en su momento, pero la idea era clara: Mas libertad, menos reglas. De esta manera consiguió popularizar el uso de la minifalda en las jóvenes permitiendo que la moda fuera accesible para sus bolsillos.

Pese a las prohibiciones de la iglesia, la diseñadora lanzó la minifalda y las chicas usaron esta minúscula prenda sin importarles que estuvieran “pecando”. Recuerdo algunas homilías donde los curas decían: “las mujeres que se visten de modo indecente pecan por que hacen pecar a los hombres con el pensamiento”, además de esta idea, todavía mucha gente piensa, incluidos algunos jueces y abogados, que el uso de la minifalda es causal de las violaciones y dicen: Las mujeres que usan minifalda y escote busca que las violen.

Al respecto del largo de las faldas, las que más han lidiado con este tema son las colegialas, la regla de sus escuelas dice: “se debe llevar el ruedo de la falda hasta la rodilla”, pero el ánimo juvenil las hace subir un poco más… realmente mucho más. El temor que guardan es a no ser vistas por el director de disciplina o el rector del colegio pues implicaría una falta de disciplina y un envío de nota a los padres para que le bajen el ruedo a sus castas faldas.

Ahora bien, se pone una mujer una minifalda y lo único que hace es bajársela todo el día. Una se sienta y bájese la falda, se para y bájese la falda, camine (y como se va subiendo), bájese la falda. Los hombres se preguntan: “¿Para qué se ponen una falda corta si todo el día se la están bajando?” ¿Acaso es una mano que guarda el pudor de quien usa la minifalda? ¿Se esconderá un ápice de recato en ello o es incomodidad frente a la prenda?

Pues bien, 40 años más tarde de que la mini se impusiera en la moda y fuera usada con furor en su época y en lugares calientes como Valledupar por ejemplo, el director del Hospital Rosario Pumarejo de López en Valledupar (en el mismo lugar que hace calor) prohibió el uso de la minifalda por parte de sus empleadas y usuarias que fueran a entrar al hospital. Mejor dicho, si viene con minifalda no la dejamos entrar, excepto en caso de que se esté muriendo, pues sólo dejan entrar mujeres por urgencias.

Veamos:



¿Cuál es la razón para que se hagan estas prohibiciones?
El director del convento, perdón, del hospital “explicó que no se trata de una restricción sino de no utilizar una prenda provocadora. Paradójicamente sostuvo que una mujer en minifalda estás más expuesta a contagiarse de enfermedades, virus o alergias. “Hay que protegerlas (a las mujeres) de enfermedades contagiosas y que sean victimas de ataques”, agregó. Tomado de LaFm

“Geiner Gaona, otro usuario, se mostró en desacuerdo, y jocosamente expresó que para un enfermo podría servir hasta de terapia. “Un paciente que vea a una chica bacana puede levantarse de la emoción”, sostuvo. Tomado de El Heraldo.

Los comentarios en el facebook de El Diván Rojo, apuntan a que estas medidas son retrógradas y son muestra de retroceso cultural.


Para ampliar la imagen dá click en ella.



Desde El Diván Rojo quiero hacer una defensa de la minifalda como herramienta de seducción y erotización. (Aclaro, esta defensa excluye los empleos de mal gusto). Nada más estimulante que el cruce de piernas con una minifalda, la mirada cautiva en el triangulo negro que se hace entre las piernas y la falda o la búsqueda de la certeza de si una mujer lleva pantis o no cuando logramos ponernos por debajo de ella mientras sube las escaleras o cruza el puente (por cierto que esta última es una razón por la cual muchas mujeres evitan tomar los puentes peatonales). Hay muchos usos de la minifalda que nos erotizan y eso que en este artículo no hemos hablado de las medias veladas que también colaboran con la función.

Que rico sería generar un juego de pareja donde la mujer emplee una minifalda sin pantys sin que su pareja lo sepa, y que en un momento inesperado y sorpresivo, se abran las piernas lentamente como si se abriera un telón que provoque la mirada, la contemplación, el beso, la caricia y hasta la penetración. (Sino que lo diga Sharon)

Así pues que les dejo esa recomendación para que procuremos darle un buen uso a la minifalda desde el buen gusto, la seducción y el erotismo.

Hablando de minifaldas les recomiendo por último, el reciente libro de Taschen llamado: El gran libro de las piernas. Es un placer visual que espero disfruten.



Psicóloga Alejandra Quintero R.


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2 comentarios:

Unknown dijo...

De minifaldas, censuras, fogatas y beatificaciones

Hay minifaldas que no dejan ver la realidad y hacen que algunos vean todo al revés. “No te vistas así para no provocar una agresión”, dicen los censores, como si la moda fuera la causante de despertar o adormecer “el violadorcito que hay en todos los hombres” según su opinión. Extraña y malintencionada visión del pudor que más que proteger, busca engañar.

Lo que se viola aquí, prohibiendo el uso de minifaldas, es el derecho a la no discriminación y a la identidad individual, además de los derechos a la vida y a la salud, tratándose de un hospital el sitio donde en esta oportunidad se aplicará la prohibición. Se violan también los principios básicos de la democracia. Nada más democrático que una prenda que iguala: alarga las piernas a todas las mujeres, las hace más bellas y les ayuda a convencernos de su sana intención de conquistarnos.

La minifalda está hecha para inspirar piropos, y para hacer caso omiso a lo que dicen algunos patanes; entre ellos quienes dictan la norma de no usarla. La diminuta prenda hace sentir admirada y segura a la mujer que la luce (aunque ella camine entre nubes). La obliga a mantener su actitud, a estudiar las posturas dependiendo de si busca mostrar u ocultar (y de paso hacernos temblar como la luna en el agua).

La esencia de la minifalda radica en lo que cubre. Quien la ostenta es dueña de revelar o esconder el triángulo de la lencería (si es que ese día usa algo) y tiene la libertad de dejar adivinar el delta que tiene entre sus piernas; aunque para algunos sea el alfa y para otros el omega de la pasión erótica.

El encanto de la minifalda no está en su brevedad, sino en que establece límites variables. No sólo a la mujer, sino también al hombre, porque, cuando ella lo muestra todo, a nosotros nos queda la libertad de mirar o no mirar. Me dijo una vez mi buen amigo Francisco que cruzar las piernas (hacer carrizo, como diríamos los paisas) era un peligro para el corazón, (en su caso: verlas cruzar). Pacho, quien desde el umbral del cielo debe estar ejerciendo su libertad de mirar o no mirar a los ángeles en minifalda. Aunque la libertad es un concepto y se puede perder en un abrir y cerrar de piernas, se llega más lejos cuando se tiene libertad que cuando no; como de sobra lo saben quien son libres y quienes no.

Gracias a los encantos que cubre, y a las salidas en falso de los censores, es que la minifalda garantiza su inmortalidad. Una amiga mía un poco radical, de la que no diré el nombre para proteger mi seguridad (nunca se sabe lo que ella pueda llegar a hacerme), propone una fogata de corbatas, de sotanas y de burkas a la manera de aquella legendaria quema de brasieres, pero yo más bien convoco a los millones de fieles seguidores de esta diminuta y útil prenda para que llevemos ante el Vaticano un pedido de “Santa súbita” exigiendo la beatificación de la diseñadora de modas británica Mary Quant, quien tuvo la revelación divina de la minifalda; inspirada, según dicen, en el automóvil Mini de los años sesenta.

Bendita seas Santa Minifalda. Amén.



Aymer Waldir
Reseña del autor: http://issuu.com/aymer/docs/publicaciones

Poemas: http://laseleccionesafectivascolombia.blogspot.com/2009/08/aymer-waldir.html

Alejandra Quintero Rendón y El Diván Rojo dijo...

Bueno, a qué me refiero con el buen o mal gusto? Al sentido estetico personal de la prenda. Y en el caso de pareja, al uso de minifaldas que les guste a ambos y en el contexto erótico, a aquella prenda que despierte el deseo. No es cuestión de ponerse la mini que le quede a uno mal o con la que se sienta incomoda sino aquella que exalte más los atributos que se quieren mostrar. Es parte de lo érotico. Por ejemplo, muchas personas cuando ven chicas con minifaldas dicen, como le queda de bien esa mini o como le queda de mal.

Obviamente, si le queda mal (según gusto personal) esa mini no será erótica para el que la juzga. Hay minifaldas hermosas que con unas piernas medianamente trabajadas roban todas las miradas. Recuerdo el último piropo que escuché: "Niña, Cartagena la llama a gritos" Era una chica con una minifalda que hacía lucir las piernas más blancas que haya visto, pensé que tenía medias veladas blancas. Repito, el buen gusto es una medida estética personal sobre lo que nos gusta o lo que no.