de los sonetos lujuriosos de Giulio Romano
puesto que para amar hemos nacido.
Adora mi gorrión, cual yo tu nido,
pues sin ellos ¿valdría algo la vida?
Y si aún después de ella, ya extinguida,
fuese posible amar, mi bien querido,
a gritos pediría el bien perdido
para seguir gozándote todavía.
Gocemos, pues, cual lo hizo dulcemente
la primera pareja de mortales,
aconsejados por la audaz serpiente.
Que nos perdieron por amar ¿se dice?
Blasfemias necias son los dichos tales,
que sólo a quién no ama es infeliz.
- Calla, pues, y ama tu también, ¡te digo!
Calla y méteme ya hasta los cojones,
jueces de amor, y del amor testigo.
Psicóloga Alejandra Quintero R.
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